Félix Olivo, el agente del prospecto carabobeño, relata la historia de cómo fue reclutado por los Yanquis
Hace tres años, Jesús Montero, el adolescente de Guacara a quien los Yanquis de Nueva York le dieron una bonificación de 2 millones de dólares por su firma, era un “gordito”. Pero su nivel estaba muy por encima de los chicos de su misma edad. Tanto que llamó la atención del agente Félix Olivo y de su grupo de colaboradores.
“Trabajo con el conocido técnico Mauro Zerpa (“El Chino”), que conoce a la familia Montero desde hace varios años”, dijo Olivo, que es presidente de la firma OL Baseball Group. “Cuando me habló de Jesús (en 2003) y lo vi jugando en la Li-menor Valencia, me llamó poderosamente la atención su estatura, aunque que tenía un importante sobrepeso. Así que preferí esperar observarlo con calma y esperar hasta dónde podía llegar. Pero con una gran determinación, alcanzó su peso idóneo y eso nos motivó a iniciar todo este proceso, que comenzó cuando tenía 13 años y concluyó este domingo con su contratación para los Yanquis”.
Zerpa terminó de convencerse del potencial de Montero -conocido con el apodo de “Burul”- durante un nacional realizado en el 2002, que tuvo como sede el estadio Alejandro Sevilla de La Isabelica. “Me enfoqué en Montero, a pesar de su contextura, porque tenía un bate especial. Había que trabajarlo, pero el talento estaba allí”, rememoró el veterano entrenador.
Ya convencido, casi un año después, Olivo aceptó llevarlo a su academia en San Joaquín, para comenzar a pulir aquel diamante en bruto. “Hicimos un estudio de su contextura y buscamos la posición a la que se amoldaba más”, explicó el ejecutivo. “Tratamos de experimentar en tercera base, pero era algo torpe y lento en ese lado del cuadro. Luego nos dimos cuenta que en la receptoría podía funcionar, pues su brazo estaba muy por encima del promedio. Empezamos a trabajar allí. Al principio era un poco rígido, no tenía mucha flexibilidad, pero se fue poniendo a tono y se adaptó a las exigencias de la posición”.
Las jornadas fueron bastante arduas para Montero. De cuatro a cinco horas diarias, Zerpa pulía sus fundamentos beisbolísticos. Luego el entrenador de atletismo Ismael Ochoa y el profesor Rafael Álvarez, preparador físico de los Navegantes del Magallanes y trainer personal de Bob Abreu, se enfocaban en moldear su cuerpo. A la vuelta de dos años, Jesús dio un vuelco radical, su aspecto cambió y allí comenzó a ser una suerte de secreto a voces entre los entendidos.
Durante el proceso de preparación, Olivo había invertido la mayor parte de su tiempo en gestionar las firmas del derecho merideño Miguel Márquez, a quien los Marineros de Seattle le dieron un bono de $525.000 en 2004, y de otro lanzador, el diestro bolivarense Deolis Guerra, reclutado por los Mets de Nueva York con un incentivo de $730.000. En su momento, fueron las bonificaciones más altas del mercado internacional de agentes libres en el país.
“Una vez concluidos esos acuerdos, me dije que era el momento de comenzar a mostrar a Jesús, sin que las organizaciones de las mayores tuvieran otras distracciones”, reveló Olivo.
El apellido Montero comenzó a sonar. Varios equipos de grandes ligas iniciaron el asedio.
Polémica en la LVBP
Montero debía ser expuesto en una vitrina adecuada para que pudiera exhibir su potencial ante los ojos de los scouts. Olivo pensó en el Programa de Desarrollo de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, pues en ese momento el joven prodigio tenía un acuerdo de trabajo con de los Leones del Caracas.
“En 2004, cuando Jesús tenía 14 años, visité a la directiva del Magallanes para ofrecerlo, pues mi intensión siempre ha sido llevar estos talentos de Carabobo a los Navegantes. Pero no gustó por su físico y tampoco se tomaron la molestia de hacerle un seguimiento y darle una oportunidad. Así que tuvimos una reunión con la gente de Caracas, con quienes teníamos muy buenas relaciones desde 2002, cuando logramos llegar un acuerdo para Miguel Márquez. Abrimos esa puerta con los Leones y ellos vieron a Jesús como un potencial jugador profesional y nos ayudaron enviándolo a la liga paralela”.
Montero respondió con un sólido .377 (69-26) de promedio, con siete dobles, dos jonrones y 10 remolcadas, en 22 encuentros, 18 de ellos como titular, con el conjunto Leones de la División Valencia.
“Tomó el ritmo de la liga casi de inmediato. Adquirió mucha más confianza detrás del plato y se familiarizó con los pitcheos que debía llamar, mientras demostraba que podía batear en un nivel como ese, con jugadores de dos y tres años en el profesional, cinco o seis años mayores. Así llegamos hasta el punto en que nos encontramos ahora”.
Montero logró hilvanar una cadena de 17 encuentros con al menos un imparable y en el estadio de San Joaquín, uno de sus cuadrangulares recorrió más de 400 pies, por el jardín central.
En noviembre pasó al Magallanes, luego que Caracas no lo protegiera en la lista de 75 peloteros que cada equipo debe presentar ante la LVBP, so pena de perder a manos de cualquier otro club a quienes no estén en ese roster ampliado.
“Roberto Ferrari -miembro del tren directivo naviero- lo vio en un tryout que realizamos para los Yanquis en el estadio José Bernardo Pérez”, relató Olivo. “Esa tarde sacó dos pelotas del estadio, ante lanzadores profesionales. Una pasó por encima de la pizarra electrónica que está entre el jardín central y el izquierdo, y la otra viajó por encima de la barra Pepsi”.
Montero estaba disponible para ser reclamado por cualquier otro conjunto del circuito. Magallanes fue el afortunado. Tan sólo debió pagar una indemnización al Caracas de tres millones de bolívares, de acuerdo a lo estipulado por la LVBP.
“No pensábamos que Montero fuera elegible para protegerlo”, aseguró Ariel Prat, presidente de los melenudos. “Apenas tenía 15 años y Caracas sólo existía un convenio de trabajo. No podíamos firmarlo a esa edad. Pero la liga avaló la acción de Magallanes y aunque no estamos de acuerdo debemos aceptar la decisión”.
Montero terminó el Programa de Desarrollo con dos hits en 10 turnos con la novena Magallanes.
“¿Quieren verlo? Súmense a la fila”
Las peticiones para ver al prospecto comenzaron, literalmente, a llover. Entre noviembre de 2005 hasta principios de junio pasado, los compromisos no pararon.
“Presenté a Jesús como un chico con un talento especial, que podía ser atractivo para cualquier organización. Durante su actuación en la paralela, varios scouts de las diferentes organizaciones que hacen vida en Venezuela, se interesaron. En ese momento planeamos llevarlo a los entrenamientos de primavera”.
La gira se desarrollo entre febrero y marzo. La primera parada fue en Winter Haven, en el complejo de los Indios de Cleveland, donde vio el gerente general del equipo, Mark Shaipro. Luego siguió a Tampa, sede del complejo de los Yanquis. Más tarde Port St. Lucie, búnker de los Mets, donde Montero bateó en una práctica junto a Carlos Beltrán, Julio Franco y Endy Chávez. Por último, Fort Myers, localidad en la que entrenan los Medias Rojas. Allí Trot Nixon, David Ortiz, Alex González compartieron su turno de práctica con el joven, bajo la atenta mirada del ejecutivo Theo Epstein.
En abril, Montero debió visitar varias ciudades del este y oeste de EE.UU. Dos meses más tarde, los Yanquis ya habían ganado la puja por el nuevo fenómeno venezolano de 16 años.
Esta nota apareció publicada en el diario Notitarde el 4 de julio de 2006
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