Scutaro dejó el anonimato y a pulso, superando obstáculos, se convirtió en figura tras 11 años en las mayores
Marco Scutaro se convirtió esta
temporada en el protagonista de una de esas buenas historias que siempre regala
el beisbol.
Durante años un pelotero de bajo
perfil, útil por su capacidad para defender con solvencia varias posiciones del
infield, de buen contacto y habilidad para embasarse, Scutaro fue la pieza más
importante de San Francisco después que el equipo lo adquiriera de Colorado, a
mediados de campaña, por apenas un tercio de su salario ($ 2,1 millones) y el
jugador de ligas menores Charlie Culberson.
Una vez que se enfundó en el
uniforme de los Gigantes y recibió la oportunidad del manager Bruce Bochy de
estar en el terreno, se convirtió en mucho más que una adquisición para dar
profundidad al cuadro interior. Scutaro se transformó en otra cosa, en alguien
que noche tras noche hacía algo diferente para que el club ganara.
Sin importar cómo golpeara la
bola, sus roletazos comenzaron a encontrar huecos para continuar imparables
hasta los jardines, sus elevados cortos se convirtieron en “Texas” y sus líneas
picaban entre los pasillos para transformarse en extrabases.
Terminó séptimo entre los mejores
bateadores de la Liga Nacional ,
con la primera de sus 11 temporadas en las mayores sobre .300, tras golpear
.362 y compilar un OPS de .859, en los 62 encuentros que disputó con San
Francisco en la ronda regular.
Scutaro no detuvo su ritmo en la
postemporada e igualó un récord en la
Serie por Campeonato con 14 hits, que le valió ser
seleccionado como el Jugador Más Valioso, tras siete encuentros contra San
Luis. Pese a jugar lastimado en la cadera, luego que Matt Holliday lo
arrollara, intentando romper una jugada de dobleplay.
“Tan pronto como eres cambiado,
comienzas a pensar ‘tengo que empacar ¿dónde voy a vivir con mi familia?’ Pero
al mismo tiempo sabía que tenía la posibilidad de competir”, dijo Scutaro, poco
después de recibir el galardón.
Anoche, si San Francisco barría a
Detroit, tenía el chance de lucir su primer anillo de Serie Mundial.
Nada mal para alguien que siempre
ha nadado a contracorriente y que en 1994 recibió de Cleveland 3.000 dólares por
firmar.
La organización nunca lo
consideró un prospecto y hace 12 años (30 de agosto de 2000) lo envió a
Milwaukee para completar una transacción en la que entregó a Kane Davis, Paul
Rigdon y Richie Sexson por Jason Bere, Bob Wickman y Steve Woodard.
Scutaro fue el “pelotero a ser
nombrado después”. El sugestivo término de la transacción le dio título a un
documental, dirigido por el cineasta Bart Stephens, que capturó el esfuerzo del
venezolano por alcanzar la meta de llegar y establecerse en las grandes ligas,
así como el intento de vencer los obstáculos en ese camino de Kyle Peterson,
Micah Franklin y Brad Tyler, tres de sus compañeros en la filial triple A de
los Cerveceros en 2001.
Durante 85 minutos, el film
muestra los altibajos en el rendimiento, los sacrificios de las familias y la
necesidad de estirar un salario bajo. Sin garantías de llegar a la tierra
prometida. “Sólo 6% de los jugadores del sistema de granjas llegan a las
mayores. Algo muy difícil de asimilar, si persigues ese sueño desde que estás
en Pequeñas Ligas”, advierte en un pasaje de la cinta Greg Riddoch, director de
desarrollo de peloteros de Milwaukee entre 1999 y 2003.
Un joven Scutaro, que no reparaba
en esa cifra, sonríe a la cámara más adelante y suelta: “cuándo llegará el día
en que pueda usar un casco con una sola protección para el oído y no dos (como
se usa en ligas menores). Se vería mucho mejor. Cuándo llegará ese día”.
En 2004, se convirtió a pulso en
un grandeliga de todos los días. Ya no es “el pelotero a ser nombrado después”
y cualquier aficionado de San Francisco estaría orgulloso de invitarle una cena.
Esta columna apareció
publicada en el diario El Nacional el 29 de octubre de 2012
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