martes, 19 de marzo de 2013

Décimo Inning



El Clásico Mundial de Beisbol llega a su fin y la eliminación de Venezuela sigue siendo tema de conversación. No hay que darle muchas vueltas al asunto


Ha pasado una semana y todavía resuenan los ecos de la eliminación de Venezuela en la primera ronda del Clásico Mundial.
Edwin Zerpa, presidente de la Federación Venezolana de Beisbol, defendió en la redacción de El Nacional su teoría de “mala suerte” y “falta de preparación” al momento de intentar explicar, desde su perspectiva, el fracaso de la Vinotinto, que inició el evento como una de las selecciones favoritas para obtener el título.
La objetividad de las estadísticas señala que el equipo apenas ligó .200 (65-13) en los partidos que perdió contra República Dominica y Puerto Rico, mientras que la efectividad de sus lanzadores fue 7.41. Venezuela anotó 6 veces y le pisaron el plato en 15 ocasiones. El equipo golpeó .304 (23-7) con hombres en posición de anotar, pero dejó a 16 esperando remolque y su OBP fue apenas de .316. Números que hablan de lo poco oportuna que fue la ofensiva y de su incapacidad para crear situaciones en las bases. El slugging fue un magro .307 y la parte media de la alineación, que integraron Carlos González, Miguel Cabrera y Pablo Sandoval, se combinó para un anémico average de .167 (24-4).
Esa radiografía muestra la esencia de las derrotas. Esos guarismos firmaron la sentencia de muerte en una serie en exceso corta.
“Pasó muy rápido son dos juegos solamente. Los premios que te ganas, los títulos de bateo, los obtienes en una campaña completa, con un equipo al que conoces, con el que compartes 162 encuentros”, argumentó Cabrera desde su estatus de Triple Coronado y Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 2012. “Queríamos tirar un hit en cada turno y es muy difícil. Esa presión influyó. Cada vez que nos parábamos en el plato queríamos hacer algo especial. No hicimos swing a los pitcheos correctos”.
La explicación del maracayero debería bastar. Sólo que Zerpa insistió en que la fortuna estuvo de espaldas a la tricolor. Ciertamente, al menos cuatro batazos, entre los dos encuentros, encontraron el guante rival y no el terreno, en situaciones que hubiesen influido en el resultado ¿Pero por qué restarle méritos al fildeador o al lanzador, que a fin de cuentas hizo el pitcheo que terminó en out?
La preparación es importante, pero el protocolo del evento impide que los jugadores de MLB –más de 80% en el caso de la novena nacional–, puedan prepararse como lo hacen Cuba, Corea y Japón.
“Es una desventaja”, enfatizó el sábado Edwin Rodríguez, piloto de los puertorriqueños, cuando lo abordaron sobre ese tema, sólo que agregó un matiz importante. “Siempre estuvimos en desventaja cuando empezamos la primera ronda y cuando llegamos aquí (a Miami) pero avanzamos a la semifinal”.
El torneo es difícil de leer en los términos reduccionistas empleados por Zerpa. Cuba y Corea, semifinalistas en las dos primeras ediciones del CMB, se quedaron en el camino esta vez, sin importar su “preparación”. Japón, armado sólo con jugadores de su liga doméstica, no se ha visto tan sólido como lució cuando ganó en 2006 y 2009. Las estrellas quisqueyanas, humilladas dos veces por Holanda hace cuatro años, ahora marchan invictas en seis desafíos, dispuestas a hacer olvidar la supremacía del Sol Naciente. Los boricuas con un equipo en el papel inferior, sacaron de competencia a Venezuela y Estados Unidos.
Así que en lugar de dar excusas, los directivos y el cuerpo técnico de las selecciones deben, primero conocer y dominar las reglas particulares por las que se rige el evento, y luego tener una comunicación directa y franca con los equipos de grandes ligas que ceden a sus peloteros. Estar al tanto de sus programas de trabajo en la primavera, sobre todo en el caso de los lanzadores, para saber cómo y cuándo usarlos. Es lo único que pueden controlar y allí hubo una evidente falla en Venezuela, pese a que varios rostros repitieron en el alto mando por tercera vez en el CMB.
El resto lo dirán las estadísticas y los resultados.

                                                                  Esta columna apareció publicada en el diario El Nacional el 18 de marzo de 2013 

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