El segundo árbitro venezolano en las grandes ligas habla de su exitoso recorrido por el sistema de Major League Baseball
Carlos Torres recibió el lunes la confirmación
de su número 37 que le convierte en árbitro de Grandes Ligas, el segundo en la
historia del beisbol en Venezuela. La buena nueva la había conocido el domingo
de manera extra oficial.
“Recibí la llamada de Rich Rieker
(Director de Desarrollo de Umpires de MLB)”, recuerda el barquisimetano. “Me
encontraba en Júpiter (Florida, Roger Dean Stadium) para el partido entre
Tigres y Marlins. No estaba seguro para qué se estaba comunicando conmigo, así
que fue una gran emoción cuando me enteré. No lo puedo describir con palabras.
Después de tantos años, al fin había alcanzado mi meta, el sueño de llegar a
las mayores”.
Torres, de 37 años de edad, fue
seleccionado para intervenir como árbitro en los partidos de exhibición de la
Liga de la Toronja, luego de su primera campaña en triple A y de ganarse un
puesto, por su evaluación, en la Liga Otoñal de Arizona, donde todos los años
los equipos de grandes ligas envían a sus más cotizados prospectos para que
pulan sus herramientas durante el invierno boreal y el bureau de árbitros hace
lo propio con sus promesas.
Ahora, el criollo tiene el estatus de call-up umpire. Cada vez que un oficial
del staff de MLB disfrute de su bloque de vacaciones o sufra algún percance
físico, se abrirá la posibilidad de subir a la Gran Carpa.
“Ahora tengo el preciado número (37) que
luciré en la manga derecha del uniforme, algo que todos aspiramos a llevar
cuando nos iniciamos en esta profesión. Han sido 10 años de crecimiento, de
sacrificios y esfuerzo por mejorar temporada a temporada”, destaca Torres, que
comenzará 2015 como jefe de grupo en la Liga Internacional.
El oficial no solo puede decir que se
unirá a Manuel González como los únicos umpires del país en el mejor beisbol
del mundo, sino que lo hizo en menos tiempo. González fue promovido a call-up umpire en 2012, luego de 10 años
en el sistema de ligas menores. A Torres apenas le tomó seis zafras inscribir
su nombre en la historia.
Un hito que ha sido reseñado por todos
los medios de comunicación del país por lo que su teléfono no ha parado de
sonar en las últimas horas.
“En realidad no pensé que fuera tan
rápido”, confiesa. “Pero creo que todo comenzó a fraguarse entre 2011 y 2012
(justo cuando se graduó González). Trabajé medio año en clase A y la otra mitad
en clase A fuerte. Luego ascendí a doble A. Pude estar en tres niveles en
apenas dos campañas. Entonces supe que podría lograrlo”.
El desempeño de Torres había sido
sobresaliente en todas las áreas de su oficio y comenzó a armar un caso
importante a su favor para dar el paso definitivo. Pero la senda que transitó
hacia el éxito le planteó retos importantes.
“No importa en qué nivel te encuentres,
un umpire siempre está bajo el escrutinio de los jugadores, técnicos y público.
Así que, como en todo trabajo, debes enfrentar dificultades”, explica. “Creo
que lo menos complicado es cantar bolas y strikes o si un corredor es out o
quieto. Eso forma parte de tu rutina. Lo realmente importante es conocer las
reglas y aplicarlas en las situaciones de juego y manejarlas sin que quede un
espacio para la duda en un lapso de tiempo muy breve. Debes conocer el juego y
nunca perder el control”.
Los partidos de ligas menores,
generalmente, transcurren sin mayores incidentes. Todo lo contrario a lo que se
enfrentan los hombres de azul en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.
Cada partido es diferente a otro y pocas veces los umpires regresan a casa sin
haber lidiado con una situación difícil o poco convencional.
“La experiencia que ganas en Venezuela se
refleja en cómo te desenvuelves en Estados Unidos. Ya has pasado por todo y
mucho más cuando regresar a trabajar en ligas menores. Aprendí mucho del oficio
con Henry León (que se retiró tras 26 años de experiencia), luego de trabajar
en tres campañas en su grupo. Nadie manejaba mejor las situaciones del juego
que él”.
Torres deseaba ser pelotero profesional
como tantos otros niños en el país, pero cuando llegó a la categoría juvenil
supo que no tenía el talento necesario para seguir dentro del diamante de
juego. Así que abandonó su sueño de una carrera como pitcher y se enfocó en sus
estudios. Se graduó de TSU en Administración en la Universidad Fermín Toro,
pero se mantuvo ligado al beisbol como umpire en torneos infantiles.
“Cuando decidí tomar el camino del
arbitraje, desde el punto de vista profesional, Darío Rivero y Miguel Hernández
fueron lo que más cerca estuvieron de mí y me consiguieron un Manuel del
Umpire. Bajo su tutela fui contratado en 2004 por la LVBP”, rememora Torres.
Hernández, actual coordinador de árbitros
de la LVBP, tiene especiales recuerdos sobre su pupilo.
“La llegada de Carlos a MLB tiene un gran
significado para mí”, afirma el ex umpire. “Lo vi crecer dentro de esta
profesión y dar sus primeros pasos una vez que decidió separarse de su querida
Corporación Criollitos de Venezuela. Muchos fueron los obstáculos que tuvo que
enfrentar. Incluso en un juego de la Venezuelan Summer League, en 2005, un
colega que trabajaba en esa época dijo que debía irse a realizar otra actividad
porque como umpire no servía (risas). Obviamente, eso no lo amilanó y siguió
trabajando”.
Al principio, el idioma se alzaba como
una barrera insalvable. En 2009, Torres viajó por primera vez a Estados Unidos,
sin dominar el inglés.
“Jorge Bauzá, supervisor de ligas
menores, me había recomendado hacer cursos y lo hice. Pero la verdad es que
nunca me entusiasmó aprender inglés, de hecho no fui buen estudiante en esa
materia ni en bachillerato ni en la universidad, pero puse todo el interés
posible y poco a poco mejoré. Se trataba de una herramienta fundamental en mi
trabajo”, puntualiza Torres.
Para terminar de pulir sus conocimientos en
la lengua de Shakespeare, Torres hizo un particular trueque cuando ascendió a
clase A.
“Un compañero de trabajo, Ben League, me
dio una mano con el inglés a cambio de ayudarlo con la interpretación de
algunas reglas. Se buscó un pizarrón donde escribía frases. Me corregía y me
enseñaba a diario. Eso me ayudó a perfeccionar mi comunicación con los peloteros
y los managers”, revela el venezolano.
“Además de luchar contra un idioma y una
cultura diferente a la nuestra, también estaba su edad. Para el momento de 30
años, así que debía moverse rápido en el sistema para llegar y, luego, estaba
el hecho de tener a su familia lejos”, acota Hernández.
Torres no cejó en su intento y ahora
trata de escalar el último peldaño de su profesión. González tuvo que arbitrar
175 partidos subiendo y bajando desde triple A, antes de convertirse en árbitro
a tiempo completo en 2013.
“Las fortalezas de Carlos son su
condición física, capacidad de análisis de las reglas oficiales, su
concentración en cada juego y la experiencia que le proporciona su trayectoria
en LVBP”, evalúa Hernández. “Se adapta rápido en cada juego y escucha con
atención las instrucciones que recibe, sin perder nunca la humildad. Así que no
dudo que al cabo de dos años también ganará su contrato como full time”.
Torres disfruta el momento, pero se toma
las cosas con calma. Mientras espera el inicio de la temporada regular,
terminará su pasantía por los entrenamientos de primavera y viajará a Nueva
York para aprender el funcionamiento del centro de repetición de jugadas de
MLB.
“Tengo que seguir acumulando
conocimientos, aunque cuento con la posibilidad de llamar a Manuel cada vez que
se presenten dudas sobre algún tópico. Nos conocemos desde mucho antes de
iniciarme en el arbitraje profesional y siempre ha sido una guía. Ahora
podremos estar juntos en las mayores”.
Ahora ambos son los faros que sirven de guía
en la travesía de otros ocho árbitros venezolanos que están en el sistema de
MLB.
Robert Moreno, David Arrieta, Jorge
Terán, Edwin Moscoso, Jonathan Parra, Emil Jiménez, Raúl Moreno y José Navas
saben que sus sueños pueden convertirse en realidad.
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