Fotos OMAR VELIZ/EL NACIONAL
Torres es considerado por algunos scouts un
potencial pelotero de cinco herramientas
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El campocorto caraqueño se acerca al 2 de julio como
el pelotero número uno del país y el segundo de Latinoamérica. El cotizado prospecto está en la mira de los Cachorros
Gleyber Torres corría con un bate y una pelota de
plástico. Sus padres trataban de detenerlo para evitar que algún adorno de
vidrio de la sala fuera víctima del torbellino.
“Era el nombre que más se escuchaba en la casa”,
cuenta Ibelise, madre de Gleyber. “Muy tremendo, pero al final terminaba
portándose bien”.
En poco tiempo, el consentido de la casa comenzó a
usar uniforme de pelotero y su nombre empezó a escucharse en todos los parques donde
jugaba.
“Siempre se destacó”, asegura Eusebio, el orgulloso
padre. “Desde semillita tuvo actuaciones sobresalientes y al final de las
temporadas cargaba con varios premios individuales. Luego comenzó a ser
escogido para integrar las selecciones de los Criollitos en el estado Miranda.
Fue dando destellos de que si continuaba por esa camino podríamos tener la
posibilidad de cumplir el sueño de hacer del beisbol una carrera”.
Torres, que cumplió 16 años de edad en diciembre de
2012, es considerado el principal
prospecto del país, y el segundo de Latinoamérica según Baseball America, elegible para convertirse en profesional el 2 de
julio, fecha en la que los equipos de las grandes ligas pueden reclutar al
talento internacional disponible.
El caraqueño, residenciado en San Bernardino,
comenzó su formación con el club Aguiluchos de La Carlota, adscrito a la Liga
Leoncio Martínez, y en menos tiempo del esperado por su padre, aparecieron los cazatalentos.
“Fue más evidente cuando cumplió 12 años”, refiere Eusebio.
“Los scouts comenzaron a cercarse para decirme que tenía ‘talento proyectable’,
que podía prepararse con el fin de ser un profesional”.
Atrae
miradas. Unos 12 meses después, la familia del talentoso
infielder, todavía no tomaba una decisión sobre el futuro del vástago. Torres
evolucionaba rápido, había alcanzado el título de la Copa de Oro de Miranda y
estaba invitado por la Federación Venezolana de Beisbol para entrenarse con la
preselección de la que saldría el equipo que viajaría al Panamericano Junior de
Nicaragua, en agosto de 2010. En el campamento estaban Franklin Barreto y Luis
Torrens, que en 2012 firmarían por bonos millonarios con Azulejos y Yanquis,
respectivamente.
Fue en ese instante cuando Ciro Barrios, el reputado
entrenador de la Academia CiroSport, fijó su mirada en Torres y como el Midas
de los prospectos lo tocó.
“Conversó conmigo un rato, pero decidimos retomar el
diálogo después del viaje”, revela Eusebio.
Torres y sus compañeros regresaron con el título de
campeones.
“En septiembre, hablé por segunda vez con Ciro y la
primera semana de octubre Gleyber fue invitado a la academia para practicar
durante una semana. Allí estaban Barreto, que era su amigo, y otros peloteros
con los que había compartido (José Gregorio Herrera y Rainis Silva). Eso lo
hizo sentir un poco más cómodo”.
Barrios vio suficiente. “Torres será el número uno
del 2 de julio de 2013”, vaticinó el instructor, que necesitaba tener en
condiciones contraladas al muchacho desde ese momento. “Mínimo necesito prepararlo
durante dos años para garantizar los resultados”, agregaría para convencer al
escéptico padre.
“Estaba buscando una persona con conocimientos para
desarrollar sus herramientas y con los contactos necesarios para presentarlo
frente a las personas indicadas”, recuerda Eusebio. “Una persona responsable,
que inspirara confianza. Ciro era ese hombre, pero se trataba de entregarle a
mi hijo menor, el único varón. No era fácil y las clases comenzaban pronto”.
Eusebio Torres, un técnico industrial, con grado
universitario, enfrentó una decisión importante: mantener a su hijo en el liceo
o escoger el camino del beisbol. No podía conciliar ambas alternativas.
“Decidimos apoyar a Gleyber. Era lo que quería y
todo se había dado de manera natural. Tenía un don y queríamos que lo
aprovechara”.
Torres, que lloraba cuando el tiempo estaba nublado
porque temía que un inoportuno chubasco arruinaría su partido dominical con los
Aguiluchos, ahora daba el primer paso para convertirse en profesional.
El
difícil cambio de rutinas. En el estadio José Pérez Ramos de
Turmero escasean los espacios para refugiarse entre las sombras. A las 7:00 am
el sol cae inclemente sobre el parque y la mañana deja de ser fresca.
El murmullo de los peloteros rompe el silencio,
justo antes de comenzar los ejercicios de estiramientos. Sube el telón de otra
agotadora jornada en la Academia CiroSport.
“Lo que más me costó fue adaptarme a las exigencias
de la rutina diaria”, admite Torres, lejos de casa y de los cuidados de su
madre o sus hermanas mayores Mariana y
Yeisi.
“No hay nada que se le parezca a esto en el beisbol menor. Primero
cambias el bate de aluminio por uno de madera y las prácticas son otra cosa”.
El entrenamiento termina al mediodía día y después
del almuerzo, los jóvenes aprendices descansan un par de horas antes de ir al
gimnasio a seguir un exigente plan de fortalecimiento.
“Tardé un poco en asimilar los fundamentos del juego”,
continúa. “Tienes idea de qué hacer en el terreno porque antes has estado en un
equipo, pero aquí tenía que batear en conteos, mover al corredor, irte a la
banda contraria del campo. Aprender las señas del receptor y el lanzador con
hombres en base. Cuándo entrar a la segunda para buscar un tiro o la colocación
para cortar los disparos de los jardines. Hacer asistencias en las
almohadillas. Estar pendiente de todo lo que ocurre en un partido y, después, vas
al gimnasio. No hay tiempo para otra cosa”.
Todo lo que hace un profesional, pero para un
adolescente con las condiciones de Torres, que se distraía los fines de semana
aporreando a los lanzadores de su edad, sin mucho esfuerzo, aquello era como
formar parte de una orden franciscana.
“Posee una gran actitud”, destaca Marco Davalillo, coordinador
de CiroSport. “Trabaja desde temprano. Siempre está haciendo algo. Se prepara
como si fuera su último día en la pelota y eso es importante. Esa es la gran
diferencia con el resto”.
Cotizado
prospecto. La preparación de Torres lo llevó a ser
estimado en los showcases de Major League Baseball, donde fue observado por
cientos de scouts. Primero en Valencia, a finales de noviembre, y luego junto
con sus pares internacionales en República Dominicana, a mediados de enero.
“Al principio sentía nervios, tenía temor de fallar,
pero poco a poco fui superando eso y el miedo se transformó en emoción. Estaban
ahí para verme. Los scouts me llamaban. Me daban consejos. Querían que hiciera
cosas en el terreno para evaluarme. Desde hace dos años es lo que hago. Así que
cuando vino la gente de MLB y luego viajé a Dominicana, todo fue más fácil”.
La vida de Torres y su familia había cambiado. Su
nombre estaba en todos los reportes de los medios especializados y el bono por
el que firmará tasado en más de un millón de dólares.
“Es difícil no distraerse con eso”, sonríe con un
rostro todavía infantil. “Pero mis padres me han enseñado siempre a no perder
la humildad y que el trabajo es lo que nos hace llegar lejos. Porque la vida da
muchas vueltas. En ocasiones estás arriba, otras abajo. Pero jamás se debe
perder la constancia en lo que hace”.
“Constancia”, “trabajo duro” y “enfoque” son
vocablos a los que siempre recurre Torres para hablar de sus aspiraciones y del
sueño de emular a su ídolo Asdrúbal Cabrera y, por qué no, superarlo.
“Por eso he pensado mucho en el 2 de julio. Cuento
las horas para que llegue ese día tan importante para mí y mi familia, porque
es el primer paso de la meta que me he planteado: llegar a las mayores y ser
regular”.
Algunos scouts aseguran que cumplirá ese objetivo en
cinco años.
Un campocorto que batea
El experimentado técnico y ex scout Marco Davalillo, que trabaja con Ciro Barrios, se entusiasma cuando habla de Gleyber Torres, que se proyecta como un pelotero de cinco herramientas.“La ofensiva está por encima de su defensa”, asegura. “Usa muy bien sus manos, es agresivo. Batea a todos lados del campo. Hace contacto contra diferentes ángulos de pitcheos. Hace muy buenos ajustes. Le he visto poder ocasional. Es un bateador de pasillos. Aunque eso no quiere decir que no tenga un buen guante. Es una mezcla interesante, porque la defensa es lo que más fácil puedes desarrollar y el tiene los instintos, las manos y un brazo 50 (en la escala del 20 al 80 de los scouts). Cuando le exigen en el hueco lanza con fortaleza y puntería a la base. Lo difícil es que a esta edad esté tan adelantado con el bate. Pero tiene un gran dominio de la posición”.
Algunos veedores aseguran que no es lo suficientemente atlético para mantenerse en las paradas cortas. Davalillo no está de acuerdo.“Respeto esa opinión, pero defensivamente seguirá mejorando cuando se encuentre en manos de los técnicos de la organización para la que firme. Su cuerpo se fortalecerá y la experiencia que vaya ganando le ayudará en la posición”.
Esta nota apareció
publicada en el diario El Nacional el 30 de junio de 2013
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