lunes, 30 de septiembre de 2013

Décimo Inning

Foto ROGER CHOOVER

Larry Suárez, ex prospecto de los Cubs, trabaja para tener un buen año desde el bullpen de Magallanes, en su intento por regresar al beisbol organizado

Larry Suárez apareció en los reportes de todas las organizaciones cuando comenzó a lanzar rectas a 91 millas por hora, con apenas 15 años de edad.

Los scouts lo adoraron durante los siguientes 12 meses y el espigado adolescente se convirtió en una de las atracciones del mercado de agentes libres internacionales, durante el proceso del 2 de julio de 2006.

Los Cachorros ganaron la puja por el valenciano y pagaron 850.000 dólares de bonificación para que estampara su rúbrica en un contrato. El chico podía colocar su envío rápido de manera consistente entre 88 y 92 mph. Tenía una gran presencia sobre el montículo y era comparado con Carlos Zambrano. Apareció entre los 30 mejores prospectos de Chicago y proyectaba estar en el roster de 25 de los oseznos.

Siete años después, a finales de julio pasado, Suárez fue dejado libre.

“Tuvo muchos problemas de enfoque. La organización esperó por su desarrollo, pasó por varios niveles y no pudo ser consistente con la zona de strike. Eso determinó su salida”, explica Héctor Ortega, supervisor de scouts en Latinoamérica de Chicago y director de operaciones en Venezuela de la organización, quien recomendó su firma en 2006.
Suárez no está sólo. Otros adolescentes prodigios no han podido llevar al terreno el éxito que tuvieron exhibiendo su talento frente a un nutrido grupo de scouts, que los evaluó por la manera como lanzaban, corrían o golpeaban la pelota en una práctica.

José Salas, un catcher ambidiestro con un swing privilegiado y potencial para convertirse en un slugger, recibió $ 1,2 millones de los Bravos en 1998. Fue el segundo bono más alto en la historia del país en ese entonces, sólo superado por el dinero que le dieron los Yanquis a Jackson Melián ($ 1,6 millones) en 1996. Salas nunca jugó más allá de clase A fuerte y, aunque se mantiene activo, actúa en ligas independientes desde 2005. Algo similar ocurrió con Melián, que nunca se puso un uniforme en las mayores.

Este año también fueron despedidos el antesalista César Pérez y el campocorto Wilfredo Solano, quienes pactaron con Tampa Bay y Boston, respectivamente, por un millón de dólares en 2009. Ambos cuentan 20 años de edad.

“Los bonos que reciben los peloteros son equitativos a su talento”, ataja Ortega. “Si una alta cifra de dinero influye o no en el comportamiento del pelotero, es algo que está por verse. Es una lotería. Algunos tienen la personalidad para asumir ese reto y seguir adelante, otros no”.

En el caso de Suárez falló la concentración y su capacidad de repetir pitcheos en la zona de strike. Al momento de obtener su carta de libertad, el derecho exhibía una efectividad vitalicia de 5.09 y un terrible WHIP de 1.641, mientras que su promedio de 8,2 ponches por cada nueve entradas era opacado por su media de 4,7 boletos.

“Es bastante joven todavía (23) y puede conseguir otra oportunidad. Su recta llegó a ser medida en 100 mph, está sano, tiene buena ética de trabajo y nunca tuvo problemas de conducta”, puntualiza Ortega.

Suárez está seguro que regresará y desde el 2 de septiembre se esfuerza en el campo de entrenamientos del Magallanes.

“Nunca pensé encontrarme en esta situación”, asegura. “Pero si ocurrió fue por una razón. Ahora debo salir adelante y con tesón alcanzar la meta de volver al beisbol organizado y llegar a las grandes ligas”.

El coach Edwin Hurtado, que trabajó con Suárez el año pasado en la Liga Paralela, está corrigiendo su mecánica y los comentarios son alentadores. El ex prospecto lucha por un lugar en el bullpen de los Navegantes.

“Con una buena temporada aquí puedo conseguir un nuevo contrato”.

¿Quién podría desalentarlo? Todavía su presencia intimida sobre el montículo y su recta de 97-98 mph seguirá atrapando miradas.

Esta columna apareció publicada en el diario El Nacional el 30 de septiembre de 2013

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