Foto ROGER CHOOVER |
Larry Suárez, ex prospecto de los Cubs, trabaja para
tener un buen año desde el bullpen de Magallanes, en su intento por regresar al
beisbol organizado
Larry Suárez apareció en los reportes de todas las
organizaciones cuando comenzó a lanzar rectas a 91 millas por hora, con apenas
15 años de edad.
Los scouts lo adoraron durante los siguientes 12
meses y el espigado adolescente se convirtió en una de las atracciones del
mercado de agentes libres internacionales, durante el proceso del 2 de julio de
2006.
Los Cachorros ganaron la puja por el valenciano y pagaron
850.000 dólares de bonificación para que estampara su rúbrica en un contrato.
El chico podía colocar su envío rápido de manera consistente entre 88 y 92 mph.
Tenía una gran presencia sobre el montículo y era comparado con Carlos
Zambrano. Apareció entre los 30 mejores prospectos de Chicago y proyectaba
estar en el roster de 25 de los oseznos.
Siete años después, a finales de julio pasado,
Suárez fue dejado libre.
“Tuvo muchos problemas de enfoque. La organización
esperó por su desarrollo, pasó por varios niveles y no pudo ser consistente con
la zona de strike. Eso determinó su salida”, explica Héctor Ortega, supervisor
de scouts en Latinoamérica de Chicago y director de operaciones en Venezuela de
la organización, quien recomendó su firma en 2006.
Suárez no está sólo. Otros adolescentes prodigios no
han podido llevar al terreno el éxito que tuvieron exhibiendo su talento frente
a un nutrido grupo de scouts, que los evaluó por la manera como lanzaban,
corrían o golpeaban la pelota en una práctica.
José Salas, un catcher ambidiestro con un swing
privilegiado y potencial para convertirse en un slugger, recibió $ 1,2 millones
de los Bravos en 1998. Fue el segundo bono más alto en la historia del país en
ese entonces, sólo superado por el dinero que le dieron los Yanquis a Jackson
Melián ($ 1,6 millones) en 1996. Salas nunca jugó más allá de clase A fuerte y,
aunque se mantiene activo, actúa en ligas independientes desde 2005. Algo
similar ocurrió con Melián, que nunca se puso un uniforme en las mayores.
Este año también fueron despedidos el antesalista
César Pérez y el campocorto Wilfredo Solano, quienes pactaron con Tampa Bay y
Boston, respectivamente, por un millón de dólares en 2009. Ambos cuentan 20
años de edad.
“Los bonos que reciben los peloteros son equitativos
a su talento”, ataja Ortega. “Si una alta cifra de dinero influye o no en el
comportamiento del pelotero, es algo que está por verse. Es una lotería.
Algunos tienen la personalidad para asumir ese reto y seguir adelante, otros no”.
En el caso de Suárez falló la concentración y su
capacidad de repetir pitcheos en la zona de strike. Al momento de obtener su
carta de libertad, el derecho exhibía una efectividad vitalicia de 5.09 y un
terrible WHIP de 1.641, mientras que su promedio de 8,2 ponches por cada nueve
entradas era opacado por su media de 4,7 boletos.
“Es bastante joven todavía (23) y puede conseguir
otra oportunidad. Su recta llegó a ser medida en 100 mph, está sano, tiene
buena ética de trabajo y nunca tuvo problemas de conducta”, puntualiza Ortega.
Suárez está seguro que regresará y desde el 2 de
septiembre se esfuerza en el campo de entrenamientos del Magallanes.
“Nunca pensé encontrarme en esta situación”, asegura.
“Pero si ocurrió fue por una razón. Ahora debo salir adelante y con tesón
alcanzar la meta de volver al beisbol organizado y llegar a las grandes ligas”.
El coach Edwin Hurtado, que trabajó con Suárez el
año pasado en la Liga Paralela, está corrigiendo su mecánica y los comentarios
son alentadores. El ex prospecto lucha por un lugar en el bullpen de los
Navegantes.
“Con una buena temporada aquí puedo conseguir un
nuevo contrato”.
Esta columna apareció
publicada en el diario El Nacional el 30 de septiembre de 2013
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