La gerencia del Magallanes hizo movimientos importantes durante el receso de temporada con la intención de armar un ambicioso conjunto con capacidad para disputar el título de la liga. En principio, todo parecía indicar que la nave izaría las velas y el viento la enfilaría por ese rumbo. Pero desde la pomposa presentación a la prensa del club y del análisis preliminar de los especialistas que le colocaron la etiqueta de favorito, las circunstancias han dado un giro dramático.
Una semana antes de concluir la ronda eliminatoria, los valencianos sacan cuentas y revisan los resultados del resto de los partidos para aferrarse a la esperanza de llegar a enero en el quinto lugar de la clasificación. Luis Blasini, gerente deportivo y arquitecto del navío, reiteró antes de Navidad que asumía toda la responsabilidad de lo que estaba ocurriendo, pero que confiaba en el talento que tenía para superar la crisis y con ánimos renovados emprender una nueva travesía en la semifinal, cuando el draft de sustituciones le puede cambiar la cara a cualquier conjunto.
El problema es que no habrá futuro si el presente no cambia en muy poco tiempo. Y los resultados no son halagadores. Magallanes tiene récord de 6-15 en diciembre, resultado de un efecto dominó para el que no hubo previsiones ni respuestas a tiempo. Carlos García, Manager del Año de la 2009-2010, el hombre que cambió el ambiente que reinaba en el dugout antes de la campaña anterior y les brindó confianza a varios peloteros para que se convirtieran en figuras, no pudo regresar a encargarse del equipo por razones personales que no pudo resolver. Frank Kremblas, contratado como coach de banca, asumió el cargo como interino primero por una semana, luego por 15 días y después por un mes, antes de ser ratificado en el cargo.
La incertidumbre en torno a García no benefició en nada al club. Sólo que su buen arranque y apariciones en el primer lugar durante casi un mes dejaron el asunto en segundo plano.
Kremblas, a juzgar por sus declaraciones destempladas a la prensa, nunca se sintió comprometido con un rol que no fue ideado para él, ni los peloteros lo vieron como una figura con autoridad en la cueva. Su renuncia a mediados de noviembre inició la caída en barrena.
Gregorio Machado tomó el timón, pero los resultados no le acompañaron, y Phil Regan, contratado como coach de pitcheo para sustituir a Ray Searage, tampoco aportó lo que esperaba la directiva. Ambos fueron despedidos después de 20 partidos y balance de 7-13.
“Este no fue el equipo que planificamos”, se defendió Blasini. “Robinson Chirinos nunca pudo estar saludable. Ramón Hernández, que iba a ser nuestro primera base en la segunda mitad, no recibió permiso para jugar. Alberto Callaspo sólo ha podido desempeñarse como designado por problemas en un hombro. Argenis Díaz, que iba a ser un jugador importante para estabilizar la defensa en el campocorto, prefirió descansar hasta los entrenamientos y no está con el equipo”.
Tampoco los refuerzos que llegaron en la segunda mitad tienen el mismo nivel de los que iniciaron la campaña.
“¿Cómo sustituyes a Sean Gallagher o Anthony Lerew? Mark Trumbo se fue un mes antes de lo esperado, mientras que la actitud de Roger Bernadina y Shairon Martis, otros jugadores en los que se confió para esta etapa del campeonato, no fue la adecuada y se marcharon. No creo que no hayamos tenido capacidad de reacción. Nos movimos y trajimos a Matt Wright y Sergio Pérez. También vino Brendan Katin. Pero no pensamos que en diciembre estaríamos en una situación como esta”, reiteró el ejecutivo.
El factor suerte es algo que pesa en el beisbol y, ciertamente, Magallanes no ha sido afortunado, pero al momento de hacer evaluaciones, si en definitiva, los Navegantes no avanzan a la siguiente ronda, la gerencia tendrá que reflexionar sobre lo ocurrido, más allá de aceptar culpas.
Esta columna apareció publicada en el diario El Nacional el 27 de diciembre de 2010.
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