domingo, 27 de octubre de 2013

La curiosa relación entre pitchers y cátchers

Tim Robbins y Kevin Costner en una escena de la película Durham Bull de 1988 

La íntima interacción entre un pitcher y un cátcher es única en los deportes. Debe existir un profundo entendimiento entre ambas partes para obtener buenos resultados


“Crash” Davis se quita la careta, pide tiempo al umpire y se encamina al montículo. El derecho novato, “Nuke” LaLoosh, golpea su guante en un gesto de desaprobación. “Oye, relájate”, le dice el receptor. “No trates de ponchar a todos los bateadores. Los abanicados son aburridos, además de fascistas. Trata de que te den más roletazos, son más democráticos… Y otra cosa, burro, tú no sabes un carajo. Si quieres llegar a las mayores, me harás caso… Así que calma. Vamos a divertirnos. Este juego es divertido. Divertido, maldita sea. Y no agarres la pelota tan fuerte. Es un huevo, agárrala como a un huevo”.

“Qué sabe él sobre divertirse”, contesta para sí mismo un malhumorado “Nuke”.

El diálogo forma parte del film Durham Bull, protagonizado por Kevin Costner y Tim Robbins en 1988, y de alguna manera ilustra la particular relación que se establece entre lanzador y receptor durante un juego de pelota. Aunque no siempre las conversaciones son tan elocuentes y coloridas.

La íntima interacción entre un pitcher y un cátcher es única en los deportes. Debe existir un profundo entendimiento entre ambas partes. Así, que pocas veces hay espacio para las peleas.

El lanzador es, por lo general el hombre clave en cualquier partido. Su actuación determinará el camino que tomará el encuentro para bien o mal de su equipo. Pero en muchos casos, el pitcher siempre se refiera al receptor como el complemento en el control de la tendencia de un juego.

“Uno habla con los lanzadores de diferentes cosas, dependiendo de la situación de juego. En ocasiones debemos meterlos, centrarlos, porque están idos, incluso en el conteo (de bolas y strikes) y es una forma de decirles que estás en control”, señala Henry Blanco, el mejor receptor defensivo en la historia beisbolística del país y en algún momento mascota personal de Greg Maddux y Johan Santana, un dúo que suma seis premios Cy Young.

“En ocasiones, uno les dice algo diferente, como ‘recuerda que tu hijo vino a verte’ o algunas cosas fuera del juego para despejarles la mente. Claro, no es lo mismo ir a hablar con Maddux o Santana que con un novato”.

Blanco, de 42 años de edad y con 16 zafras de experiencia en las mayores, tal vez no haya protagonizado un altercado verbal como el “Crash” y “Nuke” pero recuerda una ocasión especial este año, con Félix Hernández, otro ganador del Cy Young.  

“Subí a hablar con Félix. Fui caminando lento. Cuando llegué al montículo, esperé a que me mirara y sin decirle nada, le di la espalda y me devolví trotando. Sacamos el inning… Cuando regresamos al dugout, Félix me preguntó si estaba loco y lo que hice fue reírme. En ese episodio en particular traté de hacerle entender, de decirle ‘Hey, yo estoy aquí, confía en mí, déjate llevar”’.

Salvador Pérez, la estrella emergente de los Reales de Kansas City, comparte la misma opinión de Blanco.

“Cuando estás allí, detrás del plato, tienes que hacerle saber al pitcher que conoces a los bateadores que está enfrentando, que sabes cómo lanzarles, cuáles son sus debilidades, que no tenga miedo de lanzar un piconazo, si llegara a necesitarlo. Cuando logras que confíen en ti, tienes buena parte del camino andado”.

Tim McCarver, seleccionado dos veces al Juego de Estrellas a finales de la década de los 60 y reconocido por su defensa, iba un poco más allá. “El receptor debe conocer la calidad y la condición tanto física como mental de cada miembro del cuerpo de lanzadores de un equipo”, aseguraba hace unos años atrás en una entrevista con Sports Illustrated

“¿Está descontrolado, perdiendo las esquinas, lanzando demasiado arriba? ¿No está haciendo la pausa natural o está soltando la bola con demasiada rapidez? ¿Está trastornándose? Es nuestra tarea saber y hacer algo al respecto, haciéndolo tomar su ritmo, reteniendo la pelota entre lanzamientos o, si es necesario, pidiendo tiempo y yendo a hablar con él, para estimularlo”.

En 2012 el pitcher novato Trevor Bauer no hizo el menor esfuerzo por integrarse al resto de sus compañeros de los Diamantes de Arizona.

El derecho, uno de los mejores prospectos del beisbol al momento de ser ascendido por los desérticos, nunca logró encajar en “los gustos”, por decirlo de alguna manera, del manager Kirk Gibson y el receptor Miguel Montero. Así que no sería descabellado pensar que ese impasse empujó a la organización a cambiarlo a Cleveland durante el receso de campaña.

Así que la película Durham Bull no está tan alejada de la realidad.
Montero, figura de los Diamantes y uno de los mejores hombres con aperos en la Liga Nacional, admitió durante la primavera que no había sido fácil recibirle a la joven promesa.

“Fue duro”, le dijo Montero a varios reporteros en Phoenix. “Cuando tienes un tipo así, que piensa que todo lo tiene resuelto, es difícil iniciar una relación y ponerse en la misma página”.


El caraqueño agregó que la idea era simplificar las cosas para el recluta, pero “el cerebral” Bauer nunca quiso tomar parte de ese plan. “Lo hizo todavía más difícil”.
Bauer lució terrible en cuatro inicios con los D-backs. Dejó marca de 1-2 y 6.06 de efectividad. Concedió 13 boletos y abanicó a 17 en 16.1 innings.

“Desde el primer día del spring training le recibí y casi me mata porque hizo 100 lanzamientos en esa práctica”, continuó Montero en su relato, reseñado por el Arizona Republic. “Le dije que se lo tomara con un poco más de calma y que trabajara en la localización de su recta primero, antes de comenzar a ensayar los pitcheos quebrados. Y me dijo ‘Sí’. La próxima vez que lo vi hizo lo mismo. Nunca quiso escuchar”.

Montero, como Crash en aquella versión del Durham en el celuloide, es el principal líder del equipo por lo que Bauer cruzó un sendero del que nunca pudo regresar.

“Le gusta hacer las cosas a su manera y es tozudo para cambiarlas. Suerte (al catcher de los Indios) Carlos Santana”.

Una vez arriba con la tribu este verano, los números de Bauer fueron casi idénticos a su primera experiencia en las mayores. En cuatro inicios, exhibió récord de 1-2 y un promedio de 5.29 de efectividad, mientras regalaba 16 pasaportes y guillotinaba a 11 en 17 capítulos.

Al final de la historia escrita y dirigida por Ron Shelton, “Nuke” acepta que “Crash”, un veterano de ligas menores, tiene más experiencia y debe escucharlo para ascender a las grandes ligas.

“Jamás pasé por algo como eso. Tengo cientos de anécdotas en el beisbol, pero además de discutir cómo le voy a lanzar a un bateador o recuperar la calma, nunca he vivido algo como eso con un cátcher”, enfatizó Horacio Estrada, que tuvo breves estadías en las mayores a finales de los 90 y principios de 2000. “Nada parecido (a la película)”.

Al final las tormentas terminan en una pequeña caminata como la de Blanco, en otras los nubarrones se despejan de inmediato o, por el contrario, comienza a granizar, diría Montero. Se trata del eterno movimiento de un balancín. 

“Vas a hablar sobre una situación de juego en especial, no a iniciar una pelea. Quizás lo más difícil cuando estás en ligas menores es poder comunicarte, hablar inglés perfecto para poder estar en la misma página. Pero hasta eso lo aprovechaba al principio. Les decía a los americanos un chiste en español para que se relajaran. Esa es la idea”, cuenta Carlos Pérez, receptor de 22 años de los Leones del Caracas y prospecto de los Astros de Houston. 


La capacidad de comprender el proceso del pensamiento del otro es un aspecto integral y curioso del juego. Ese proceso de deliberación permite el desarrollo de la estrategia y lo convierte en un terreno fértil para la imaginación y la especulación cada vez que el receptor pide tiempo al umpire y sostiene una breve conferencia con el lanzador.

Esta nota apareció publicada en el portal Letrasdeporte el 23 de Octubre de 2013

1 comentario:

  1. Hola gente, no se cual es su problema pero quiero que sepan que no hay problema sin solución, si solo busca ayuda de la fuente correcta, mi esposa de 15 años quiere el divorcio que yo no estoy de acuerdo porque todavía la amo con todo mi corazón. Utilizo muchas formas de convencerla de que se quede, pero ella fue inflexible, estaba en línea como todos los días cuando vi un testimonio sobre el Dr. Ajayi, un hombre espiritual poderoso que resuelve problemas en hogares rotos, lo contacté y le expliqué mi situación y desde que hablé con el Dr. Ajayi, todo ha mejorado en mi casa. El Dr. Ajayi hizo un hechizo de amor que hizo que mi esposa se volviera loca enamorada de mí y se olvidó del divorcio, ahora estamos teniendo una vida más feliz con nuestros hijos, si necesita la ayuda de un hechicero, puede confiar en el Dr. Ajayi. Contáctelo por Whatsapp / Viber: +2347084887094 O Correo electrónico: drajayi1990@gmail.com

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