El slugger de los Tigres no piensa en el pasado y asegura que no ha perdido el enfoque en el beisbol, El inicialista quiere ver a Detroit en la postemporada
PHOENIX
Miguel Cabrera espera paciente el final de una larga entrevista, sin dejar de mirar el lente de la cámara de video, que le apunta. “Estoy orgulloso de estar aquí, por tener esta oportunidad de vivir una nueva experiencia y de llevarme a casa un recuerdo bonito”, responde sereno.
Sentado, junto al resto de las estrellas de la Liga Americana, ataviado con un jean y una camisa manga corta azul, con delgadas líneas blancas, luce un aspecto juvenil, mientras atiende a la prensa, en los actos previos al clásico de mitad de temporada. Es la figura de los Tigres de Detroit, el pelotero franquicia. Una imagen que solo puede ser asociada con el vocablo “éxito”.
Tres meses atrás, una apariencia muy diferente impactó al mundo del beisbol. Con el rostro cruzado por una sonrisa desencajada, el slugger apareció fotografiado en una estación de policía, después de ser arrestado por sospecha de manejar en estado de ebriedad, mientras conducía una camioneta hacia Lakeland, sede primaveral de los bengalíes, en Florida. El aragüeño, que un año antes se había sometido a un programa de rehabilitación, parecía caer por un agujero oscuro, sin fondo. Sólo que no seguía a una liebre, ni al otro lado le esperaba el País de las Maravillas.
Pero la tormenta quedó atrás. Ahora es un recuerdo lejano, como el de un sueño incómodo que se desvanece con la llegada del alba. La promesa de redimirse y no recaer sigue firme.
“Si Dios me ha dado la oportunidad de jugar beisbol, esas cosas no me van a quitar el enfoque que te tengo en el beisbol”, afirma. “Lo que hago no puede encontrar distracciones por cosas que pasan afuera, en la calle. Son situaciones que le pueden ocurrir a cualquiera. Claro, como figura pública, como persona que siguen los medios, uno debe cuidarse de ese tipo de cosas. Gracias a Dios estoy aquí. Uno aprende de los errores y trata de hacer un balance y, bueno, para adelante. No puedo detenerme en lo negativo”.
A juzgar por lo que hizo en la primera mitad de la campaña, parece recorrer el camino indicado. Sus números están muy cerca de los promedios de costumbre. Proyecta .311 de average, 32 jonrones y 104 impulsadas, cifras muy parecidas –aunque todavía por debajo– a las de 2010, cuando terminó segundo en la votación para el Jugador Más Valioso de la Liga Americana. La diferencia es que Detroit está en el primer lugar.
“Trato de sentirme orgulloso de lo que hago. En la medida que me vaya bien, podré seguir ayudando a los Tigres. No trato de tapar el sol con un dedo, pero sí de conseguir lo que he logrado en años anteriores: Trabajar duro y jugar buen beisbol. Siempre los fanáticos harán comentarios, leerán lo que aparece en los medios. Yo no puedo permitir que eso me desestabilice. Pueden decir mil cosas de mí, pero yo sé que puedo hacer muchas más y bien. Es algo que tengo en la mente. Jugar pelota es una de las cosas que puedo hacer bien”.
Lo hace tan bien, que llegó al Juego de Estrellas con un total vitalicio de 938 producidas, número que le ayudó a desplazar a Mickey Mantle, miembro del Salón de la Fama, en el puesto 10 de la lista de todos los tiempos entre jugadores con 28 años de edad. Todavía le queda media temporada por delante para seguir avanzando posiciones, pues cumplirá 29 en 2012. Los próximos en la lista son Joe Medwick, otro inmortal, con 959, y Albert Pujols, con 977.
“Sólo quiero ser consistente en mi carrera. Estar en esa lista es un orgullo, pero mi meta es mantenerme sano, batear sobre .300, dar más de30 jonrones y empujar 100 carreras. Año tras año. Luego, después del retiro, cuando deje de jugar pelota, veré todos esos números”.
Ahora le esperan cosas más terrenales. Si mantiene esa “consistencia”, el manager Jim Leyland lo agradecerá.
“Me gustaría ganar la división. Eso es lo que nos hará olvidar todos los años anteriores, en lo que no pudimos clasificar. Se lo merece Detroit y sus aficionados”.
En el horizonte, aparece el camino dorado que lo llevará a un sitial en la historia, hasta hace poco impensable para un slugger venezolano.
Más paciente
Miguel Cabrera proyecta terminar la temporada con 116 boletos y apenas 90 ponches, ambas marcas en su carrera. Una estadística que ratifica el respeto que sigue ganando entre los lanzadores de la Americana (suma 14 pasaportes intencionales) y revela su madurez como bateador.
“Tengo una mejor idea de la zona de strike. Es lo que ha pasado este año. Si me van a dar la base por bolas, entonces tomo la primera. No trato de perseguir pitcheos malos para sacarme out. He sabido manejar esas situaciones. Ese es mi plan. Mientras me encuentre en circulación el equipo tendrá la posibilidad de hacer más carreras, porque detrás de mi tengo a un gran bateador como Víctor Martínez. Eso es lo que estoy haciendo”.
Esta nota apareció publicada en el diario El Nacional el 13 de julio de 2011
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