lunes, 8 de agosto de 2011

Décimo Inning



El lanzador es, por lo general el hombre clave en cualquier partido. Su actuación determinará el camino que tomará el encuentro para bien o mal de su equipo. Pero en muchos casos, el pitcher siempre se refiera al receptor como el complemento en el control de la tendencia de un juego.
El ex manager y analista de televisión Bobby Valentine soltó en una transmisión que tal vez un lanzador firmaba con un determinado equipo por la presencia de un máscara sólido.
Tim Kurkjian, periodista de ESPN.com, tomaba como ejemplo la opinión de Valentine para especular a principios de año sobre la decisión de Cliff Lee de preferir a los Filis y no ha Yanquis o Rangers, porque Filadelfia contaba en su roster con el panameño Carlos Ruiz, un gran defensor en la posición dos, que lanza muy bien a las bases y, lo más importante, tiene la reputación de "saber llamar el juego".
"Cuando estás allí, detrás del plato, tienes que hacerle saber al lanzador que conoces a los bateadores que está enfrentando, que sabes cómo lanzarles, cuáles son sus debilidades, que no tenga miedo de lanzar un piconazo, si llegara a necesitarlo.
Cuando logras que confíen en ti, tienes buena parte del camino andado", aseguró Salvador Pérez, el principal prospecto de la receptoría de Kansas City, dueño de una excelsa mascota.
Tim McCarver, que fue seleccionado dos veces al Juego de Estrellas a finales de la década de los 60, iba un poco más allá. "El receptor debe conocer la calidad y la condición tanto física como mental de cada miembro del cuerpo de lanzadores de un equipo", aseguraba hace unos años atrás en una entrevista con Sports Illustrated. "¿Está descontrolado, perdiendo las esquinas, lanzando demasiado arriba? ¿No está haciendo la pausa natural o está soltando la bola con demasiada rapidez? ¿Está trastornándose? Es nuestra tarea saber y hacer algo al respecto, haciéndolo tomar su ritmo, reteniendo la pelota entre lanzamientos o, si es necesario, pidiendo tiempo y yendo a hablar con él, para estimularlo".
Grez Maddux, un artista sobre el montículo, necesitaba estar sincronizado con su catcher para ejecutar el preciso plan de trabajo que elaborada antes de cada salida. Así que esa relación termina siendo crucial. Maddux consiguió a un gran aliado en el zuliano Eduardo Pérez, mientras fueron compañeros de equipo con los Bravos, a finales de la década de los 90.
Desde 2009, la relación entre C. C. Sabathia y el valenciano Francisco Cervelli, en los Yanquis, ha recibido un importante espacio en la prensa de Nueva York, y el reconocimiento de sus compañeros y el manager Joe Girardi.
Sin incluir la salida del sábado, cuando el fornido zurdo fue bateado con libertad por Boston, en 10 aperturas haciendo batería con el venezolano exhibía efectividad de 2.33. Su promedio de carreras cuando tiene a Russell Martin detrás del plato también está muy por debajo de 3.00, pero Sabathia admitió que la diferencia de personalidades entre uno y otro (él un veterano que lleva las cosas con calma, con mucha compostura, y Cervelli dueño de la irreverencia de la juventud) hace que las cosas funcionen bien en el terreno.
"Tiene una gran energía", dijo Sabathia al New York Post. "Camina mucho hacia la lomita para estar seguro que estoy terminando mis envíos de la manera correcta y para que mantenga la agresividad".
"Cervy ya tiene un par de años con C. C. y lo conoce bien", señaló Girardi a MLB.com. "Es algo que no necesariamente ocurre con Freddy (García) o Bart (Colón)", señaló.
Esa química, vocablo al que le tienen alergia algunos estudiosos del beisbol, simplemente se materializa, ocurre o no, pero cuando se logra los resultados siempre son satisfactorios.

Esta columna apareció publicada en el diario El Nacional el 8 de agosto de 2011

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