lunes, 29 de octubre de 2012

Décimo Inning



Scutaro dejó el anonimato y a pulso, superando obstáculos, se convirtió en figura tras 11 años en las mayores

Marco Scutaro se convirtió esta temporada en el protagonista de una de esas buenas historias que siempre regala el beisbol.
Durante años un pelotero de bajo perfil, útil por su capacidad para defender con solvencia varias posiciones del infield, de buen contacto y habilidad para embasarse, Scutaro fue la pieza más importante de San Francisco después que el equipo lo adquiriera de Colorado, a mediados de campaña, por apenas un tercio de su salario ($ 2,1 millones) y el jugador de ligas menores Charlie Culberson.
Una vez que se enfundó en el uniforme de los Gigantes y recibió la oportunidad del manager Bruce Bochy de estar en el terreno, se convirtió en mucho más que una adquisición para dar profundidad al cuadro interior. Scutaro se transformó en otra cosa, en alguien que noche tras noche hacía algo diferente para que el club ganara.
Sin importar cómo golpeara la bola, sus roletazos comenzaron a encontrar huecos para continuar imparables hasta los jardines, sus elevados cortos se convirtieron en “Texas” y sus líneas picaban entre los pasillos para transformarse en extrabases.
Terminó séptimo entre los mejores bateadores de la Liga Nacional, con la primera de sus 11 temporadas en las mayores sobre .300, tras golpear .362 y compilar un OPS de .859, en los 62 encuentros que disputó con San Francisco en la ronda regular.
Scutaro no detuvo su ritmo en la postemporada e igualó un récord en la Serie por Campeonato con 14 hits, que le valió ser seleccionado como el Jugador Más Valioso, tras siete encuentros contra San Luis. Pese a jugar lastimado en la cadera, luego que Matt Holliday lo arrollara, intentando romper una jugada de dobleplay.
“Tan pronto como eres cambiado, comienzas a pensar ‘tengo que empacar ¿dónde voy a vivir con mi familia?’ Pero al mismo tiempo sabía que tenía la posibilidad de competir”, dijo Scutaro, poco después de recibir el galardón.
Anoche, si San Francisco barría a Detroit, tenía el chance de lucir su primer anillo de Serie Mundial.
Nada mal para alguien que siempre ha nadado a contracorriente y que en 1994 recibió de Cleveland 3.000 dólares por firmar.
La organización nunca lo consideró un prospecto y hace 12 años (30 de agosto de 2000) lo envió a Milwaukee para completar una transacción en la que entregó a Kane Davis, Paul Rigdon y Richie Sexson por Jason Bere, Bob Wickman y Steve Woodard.
Scutaro fue el “pelotero a ser nombrado después”. El sugestivo término de la transacción le dio título a un documental, dirigido por el cineasta Bart Stephens, que capturó el esfuerzo del venezolano por alcanzar la meta de llegar y establecerse en las grandes ligas, así como el intento de vencer los obstáculos en ese camino de Kyle Peterson, Micah Franklin y Brad Tyler, tres de sus compañeros en la filial triple A de los Cerveceros en 2001.
Durante 85 minutos, el film muestra los altibajos en el rendimiento, los sacrificios de las familias y la necesidad de estirar un salario bajo. Sin garantías de llegar a la tierra prometida. “Sólo 6% de los jugadores del sistema de granjas llegan a las mayores. Algo muy difícil de asimilar, si persigues ese sueño desde que estás en Pequeñas Ligas”, advierte en un pasaje de la cinta Greg Riddoch, director de desarrollo de peloteros de Milwaukee entre 1999 y 2003.
Un joven Scutaro, que no reparaba en esa cifra, sonríe a la cámara más adelante y suelta: “cuándo llegará el día en que pueda usar un casco con una sola protección para el oído y no dos (como se usa en ligas menores). Se vería mucho mejor. Cuándo llegará ese día”.
En 2004, se convirtió a pulso en un grandeliga de todos los días. Ya no es “el pelotero a ser nombrado después” y cualquier aficionado de San Francisco estaría orgulloso de invitarle una cena. 

Esta columna apareció publicada en el diario El Nacional el 29 de octubre de 2012


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