domingo, 11 de diciembre de 2011

Marty DeMerritt lleva al Magallanes en la sangre

Foto JAIRO ALTUVE
El ex lanzador está en su octava campaña en el país


El coordinador de pitcheo de las filiales navegantes encontró en el país una razón más para fortalecer su pasión por el juego


La cotidianidad de Marty DeMerritt transcurre en un eterno verano. Desde hace siete años no tiene que abrigarse para soportar la aspereza del invierno boreal. Cuando termina el calendario de ligas menores en septiembre, compra una buena provisión de bloqueador solar y aborda un vuelo que lo trae a Venezuela donde reside durante el receso de temporada. Para el veterano coach no existe otro plan posible.

Su presencia nunca pasa inadvertida en Tronconero, una pequeña localidad a 12 kilómetros de Valencia, que sirve de sede a las filiales de Magallanes en el Programa de Desarrollo de la LVBP. Allí el calor se convierte en un cuerpo sólido y el sol puede resultar enceguecedor cuando alcanza el cénit, en el azul de un cielo sin nubes.
"Llegó el egipcio", suelta entre risas un novato de los Navegantes al ver a DeMerritt dirigirse con parsimonia a una diminuta tribuna, situada unos metros detrás del plato, para iniciar otra jornada como coordinador de pitcheo en las granjas valencianas. Lleva lentes oscuros, la cara y las manos cubiertas de crema y una especie de burka debajo de la gorra.
En el terreno todavía los peloteros se alistan, así que mientras revisa una libreta de anotaciones y prepara el radar con el que medirá la velocidad de los envíos, se toma unos minutos para encender el iPod, buscar una pieza de Tool, una banda de metal progresivo, y tocar una guitarra imaginaria. A la distancia, su estrafalaria estampa rompe con cualquier patrón establecido.
"Todo el mundo es diferente", dijo y sonrió. "La música es mi alimento. Me gusta el rock pesado como el de Metallica y Tool. Antes de los juegos escucho a esos grupos para arrancar bien y que la sangre fluya. Es como medicina. Cuando escucho los acordes de las guitarras y la batería empieza a sonar, el volcán está listo. Soy un espíritu libre, no soy muy serio (vuelve a sonreír). Para el beisbol sí. Pero fuera del campo soy una persona sencilla. Mientras las cosas son más simples, menos complicada es la vida".
Todo es fácil para DeMerrit cuando se encuentra en un terreno de juego. Ha estado ligado al beisbol profesional durante cuatro décadas en las que ha visitado lugares tan disímiles y lejanos como Corea del Sur, Suráfrica, Japón y Suramérica, solo por amor al juego.
"No es un trabajo, es mi pasión, mi vida. Por eso quiero estar en un campo de beisbol todo el año", asegura el californiano, que nació hace 58 años en San Francisco.
"No quiero estar siete meses como coach y luego regresar a casa, sentarme frente al televisor, jugar golf, asistir a un partido de fútbol colegial o de la NFL. No quiero eso. Me gusta estar aquí. Porque el beisbol me hace sentir joven, es como una píldora. Tienes todas estas cosas maravillosas (señala el campo). Deseo esto todos los días. Cuando termine aquí (en Tronconero) iré a otro juego (en el estadio José Bernardo Pérez). Ver un partido es romántico, es como poesía. He estado casi toda mi vida en un campo de juego y nunca he visto el mismo partido. Nunca. Cada día es algo diferente".
DeMerritt vino por primera vez al país en la temporada 1999-2000, como instructor de lanzadores de Marc Bombard, que ese año dirigió al Zulia.
Luego regresó en la 2004-2005 para desempeñar la misma función, con Bombard, en Magallanes. Desde entonces siempre ha regresado con la nave, salvo en la zafra 20082009 cuando trabajó para el Caracas en la liga paralela.
DeMerritt es coach de pitcheo del Princeton
"He viajado por todo el mundo. Pero nunca encontré aficionados como estos. Me lanzaban cosas, insultos, y me señalaban con el dedo como si tratara de un arma en la temporada con las Águilas. Es algo que no hacemos en EE UU. Fue difícil entenderlo. Pero con el tiempo, mientras comprendía la cultura, esa actitud dejó de molestarme. Porque los aficionados son muy emotivos y cuando su equipo pierde se molestan. En EE UU el beisbol es un entretenimiento más. Aquí es cuestión de vida o muerte y me he ido acostumbrando a la manera como los venezolanos expresan esas maravillosas emociones, sobre todo cuando se trata de Magallanes. Es algo muy especial porque es la misma pasión que siento por el juego".
DeMerritt no entiende el beisbol de otra manera y en los campos del país encontró el sentimiento que le impulsaba a nunca rendirse, cuando era un lanzador activo, en su estado más primigenio y visceral.
"Me gusta la batalla, la guerra. Dos equipos compitiendo. Por eso es tan difícil retirarse, porque sabes que no podrás volver a competir. Desearía estar de nuevo allí, pero enseñar es la segunda mejor cosa después de jugar. Algo que disfruto porque de alguna manera puedes ayudar a estos chicos, con sus envíos, la mecánica, la manera de pensar y aproximarse al juego, para que cada día mejoren. Entonces vuelves a sentir ese fuego en el estómago".
Durante todos estos años en el país esa vocación de trabajo, que apenas le deja dormir cuatro horas al día, ese "fuego", ha tatuado una "M" azul en su corazón.
"Magallanes es mi sangre", dice en un particular español. "Deseo tanto que logremos ir al playoff, que en ocasiones me dejo llevar por la emoción. Suelo ver los partidos detrás del home plate y anoto las debilidades de los bateadores y las características de los pitchers rivales. Pero cuando conectan un hit o un jonrón, se me olvida que soy un coach y me siento como uno de los fanáticos que están alrededor. Es de noche, pero estoy sudando. Deseo que ganen cada partido. Sufro pitcheo a pitcheo. Eso es lo que veo en Carlos García y lo admiro. Su intensidad alimenta mi fuego, ese deseo de ganar a toda costa. Nunca encontré alguien que jugara tan duro como Carlos, de la manera como se supone debe hacerse. Es una gran persona y fue un tremendo pelotero. Por eso recibe tanto respeto de sus jugadores. Ahora tengo más de ese fuego en mi interior que hace 10 años, cuando vine por primera vez".
Por eso siempre regresa al abrazador sol de Tronconero y luce el uniforme azul de Magallanes.

Amor a primera vista
DeMerritt cuenta que en su primera visita a Venezuela no comió en casi tres días.
"No sabía ni una palabra en español", recuerda. "Bombard me dijo que necesitaba comenzar a intentarlo, si quería ir a un restaurante o un supermercado y comencé a estudiarlo un poco. Allí comenzó mi relación amorosa con Venezuela. La gente es muy apasionada y yo soy apasionado, así que fue muy fácil mezclarme. Quizás digan que estoy loco, tal vez lo esté, pero me siento mitad venezolano. Respeto mucho a este país y su pueblo. He pasado muchos momentos gratos aquí. No puedo dejar de agradecer la manera como me han tratado. Regreso todos los años porque me gusta. No se trata de un gringo más que viene por dinero".

Mi hermano Geremi
La habitación de DeMerritt en el Hotel Ucaima, "su casa" al norte de Valencia, luce en sus paredes imágenes de lanzadores. Afiches, recortes de prensa, barajitas. Entre esas fotografías destacan un poster de Géremi González y una "estatua" tamaño real de Roger Clemens.
"Son mis amigos. Cuando al final del día reviso mis apuntes, antes de dormir, ellos me acompañan. Debajo de la foto de Géremi escribí `Mi Hermano’. Nunca conocí a un lanzador como él y mira que he tenido muy buenos pitchers bajo mi tutela. Un gran competidor, era imposible derrotarlo cuanto estaba entre las dos líneas de cal. Pese a lo que se decía sobre su carácter, nunca tuve problemas con él cuando fui su coach en los Cachorros. Fui el primero que dije `tráiganlo’ cuando comenzó a hablarse de su cambio al Magallanes. Lo extraño".

Una escuela en La Viña
Hace unas tres semanas, DeMerrit fue invitado a dictar una clínica en la Escuela de Beisbol Menor “Don Teodoro Gubaira”, que opera en el Parque La Viña, al norte de Valencia, justo en frente del Hotel Ucaima.
La idea entusiasmó al estadounidense, que planea seguir adelante con la idea de manejar una escuela. “Tuvimos a 80 niños, entre 5 y 13 años, y les dimos algunas lecciones, con otros coaches del Magallanes (Tucupita Marcano y Edwin Hurtado). Quiero que estos chicos tengan la mejor instrucción. Cuando iba al parque a hacer mis ejercicios matutinos y me encontraba a todas esas madres sentadas en las gradas, viendo a sus pequeños jugar, supe que tenían una visión y pensaban ‘espero que alguna vez mi hijo pueda ser un grandeliga’. Eso me motiva y quiero involucrarme. No aspiro nada más”. 
 
Esta nota apareció publicada en el diario El Nacional el 11 de diciembre de 2011

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